lunes, 11 de marzo de 2024

Cancha Cancha

 






Un día en el Valle Sagrado de los Inkas, después de desayunar, hablar y recordar, caminamos por las calles angostas de Urubamba y nos fuimos hasta el grifo (estación de servicio) que está sobre la ruta que transcurre paralela al rio Urubamba y une todos los pueblos desde Ollantay Tambo hasta Pisac y sigue internándose en los Andes remotos del sur. Subimos a una combi y apretados viajamos unos quince minutos hasta Huarán. Allí averiguamos por un auto que nos dé un aventón de unos kilómetros pero era domingo y no hubo ofertas así que dispuestos a caminar compramos unos caramelos y cargamos agua. El camino se convirtió rápido en sendero y la belleza del paisaje con grandes árboles y arroyos cayendo de unas montañas reciamente clavadas en el cielo color ceniza, parecían componer una especie de cuadro armonioso, en el nos íbamos combinando con los colores a medida que ganábamos altura. A mitad de camino, encontramos a unos chicos jugando con bolitas, unos pibes muy bien adaptados a ese medio donde caminar muchos kilómetros es el pan de cada día, para cuidar los ganados, para buscar leña, para ir a la escuela y para jugar a las bolitas, los miramos y conversamos unas palabras con ellos, observamos su juego, nos despedimos y continuamos subiendo tras la comunidad de Cancha Cancha que está a 4000 m.s.n.m. y a unos 10 Km. de la carretera. Justo cuando la pendiente se hizo más suave e inmediatamente luego de cruzar un arroto, en medio de un descampado, una señora vendía artesanías y cerveza, le compramos cerveza y preguntamos por Julián Quispe, el líder de la comunidad a quien queríamos ver. El caserío está como puesto encima del pasto eterno de una pradera llana, y desde el centro de esa pradera veíamos a gran altura sobre los cerros, a las llamas y alpacas acompañadas por algunos pastores. Tal vez tentadas por pastos más suaves o más sabrosos los animales habían trepado a unas pendientes muy fuertes, seguros, como si fuesen de allí desde siempre al igual que los chicos que las acompañaban. El conjunto de perfiles de agujas de piedra nevadas, los árboles y la luz jugando sobre las superficies milenarias, le quitaban un poco de realidad al evento y obligaban a reparar cada tanto en un ejercicio, que al menos yo, hago cuando me afecta la altura: hacer una composición consiente del lugar, establecer distancias, texturas y reconocer claramente la posición de uno en ese sistema, lo hice porque sentí una especie de ensoñación aunque aun no habíamos tomado la cerveza que estaba guardada en una mochila.

Nos acercamos a un edificio de unos ocho por cuatro metros con techo de ichu, el pasto de América del sur, el que está en todos los Andes con diversos nombres. Un joven quechua nos recibió, el era Julián Quispe el líder de la comunidad que consta de unas diez familias que enfrentan las duras condiciones de la altura con infraestructura del siglo XVIII, aunque también se acuestan y se despiertan en esa belleza sin igual y sobre todo, están muy bien adaptados, son parte de ese mundo y se les nota en sus sonrisas, su mirada y sus impenetrables silencios.

Nos invitó a pasar a través de una puerta bastante baja, aun para mí que no soy muy alto. Dentro, la oscuridad apenas rota por un minúsculo fuego que ardía en un extremo y al pasar el umbral de inmediato un escalón hacia abajo. Nos sentamos frente a Julián y sus hermanas que no hablaban español, se reían mucho y escuchaban a su líder hermano. Sobre el fogón construido de tierra, había dos ollas negras, tan negras como el cielo raso cubierto por el hollín, ya que la única ventilación es la permeabilidad del techo de ichu al paso del humo.

Tratábamos de entendernos, con las limitaciones propias de no compartir el idioma ni la lógica lingüística difícil de descifrar de estas amables personas, eso lo sabía, ya lo había vivido antes en otros tiempos. Una charla, las miradas que contienen algo de incredibilidad e inocencia, el humo, los olores propios de la vida rural, lo que ya había visto afuera, todo eso fue como un shock de memorias que me transportaron velozmente a un pasado casi olvidado, los viejos tiempos en que dediqué tanto esfuerzo a la instauración del totalitarismo marxista en este continente, en esos años pasé por muchas charlas con esa estética y esos olores, mismas miradas, lo bueno es que ahora no les traía ninguna solución, ninguna propuesta, ninguna artimaña semántica para despertar su resentimiento, simplemente quería compartir un momento y si mi corazón y me mente me lo permitían llevarme algún aprendizaje, eso me hizo muy bien, antes se me apretaba el corazón cuando lograba convencerlos.

Miré al piso y atrás mío y en lo que restaba de habitación todo estaba cubierto de cuyes, hámsteres, que los campesinos crían al calor de sus hogares, porque son muy delicados de salud y sirven para muchas cosas, para descubrir la enfermedades tras unos pases chamánicos abriéndoles el vientre y observar en sus vísceras las marcas que han transferido enfermedades de quien está siendo auscultado con ese método, para hacer picante de cuy que sabe muy bien y tal vez? no, seguro que no lo saben, que en la cosmovisión de los tres mundos incaicos el jaca, el cuy, representa al hombre y su sacrificio, no, eso no lo saben.

Después, Julián aportó lo suyo para que no me olvide de él. Era 24 de junio y es un dato relevante.  Andrés le preguntó si allí habían hecho algún festejo por el "inti raymi" - como se hizo el 21 en Cuzco y otras muchas ciudades - Julián miró con gesto interrogante y solo dijo: ¿hoy?, Laura y Andrés lo miraron. Yo respondí: hoy, sí; hoy dijo Julián, hoy es la fiesta de San Juan y una catarata de ideas cayeron de mi atosigada cabeza llena de mierda y post verdad, pensé en la festividad que impusieron, a base de tormentos y amenazas, los conquistadores católicos para separar a estos pueblos de su identidad, destruyendo el núcleo ético mítico de su cultura, en los albores de las grandes operaciones de inteligencia de masas. En las ciudades, de hoy, grupos más intelectualizados, en general con un sesgo anticapitalista, han recuperado y explotan esta contradicción, en ocasiones convirtiendo estas festividades en una pancarta del post marxismo. Guardé silencio, me alegré del presente, miré los cuyes que andaban por la habitación. Conversé del pasto, de la belleza del lugar, no podía decir ninguna otra cosa que no fuese una hipocresía o una mentira. Apuré la salida del lugar, nos invitaron a comer algo, unas papas sancochadas, lo agradecimos. Salimos, suspiré como queriendo vomitar los recuerdos que inundaban mi mente. Nos alejamos; bajo unos queñuales y sobre unas piedras grandes, tomamos unos mates y después la cerveza en una canchita de fútbol con un solo arco, debe ser difícil armar un equipo en ese lugar, la gente joven se va a los valles, a los pueblos o a las ciudades y esas comunidades pronto serán parte del pasado, absorbidas por la maleza y el olvido, solo recordadas en las costosas Go Pro de los trekkers que seguirán pisando esos senderos como parte de un producto llamado turismo cultural.

Bajamos, oyendo el agua del arroyo y yo pensando si vale o no la pena contar estas cosas, bueno, vos sabrás…

miércoles, 20 de diciembre de 2023

Promesa de seguridad

 

                     ... fragmento de la primera parte del libro .. 

No podemos desconocer que quienes se dedican, organizan y/o promocionan el montañismo o alpinismo por darle un nombre de deporte, se encuentran sometidos a los paradigmas y mandatos que sostienen al conjunto de la sociedad, en este caso las ideas de protección y control que promueve la dirigencia política. De ellas emanan conductas y actitudes que definen el hacer en muchos campos.

Naturalmente influenciadas por estas corrientes, muchas organizaciones de montañismo y aventura, sean clubes o agencias de turismo activo, durante años, han ido adaptado el mensaje y por su puesto las actividades mismas, a los márgenes que establecen estas ideas muy bien argumentadas y con un sesgo de paternalismo en su formulación, esto ha potenciado la decadencia de las expediciones autónomas no guiadas, muy comunes hace unas décadas, cuando se las veía por diversas cordilleras y eran motivo de orgullo y motivación en los clubes y asociaciones, las mismas que ahora se resisten a promover este tipo de actividades por considerarlas demasiado peligrosas, claro; realmente lo son y es la naturaleza del alpinismo, porque el peligro y la dificultad son su sentido cualitativo. Esto que pasa no es causa de un mal modo de pensar ni mala fe de los dirigentes, simplemente responde a lo influyentes que son esas corrientes que emanan de los elaborados argumentos de una intelectualidad muy particular y que han calado hondo en las administraciones de poder y en la cultura de este siglo. Por ello, los dirigentes y referentes del mundo de las actividades de montaña, muchas veces sin ánimo de profundizar en estas cuestiones por pereza, por compartir tales creencias o por no tener vocación de confrontar en el plano ideológico, han sometido su accionar, recurriendo una y otra vez a promesas de seguridad.

En el sentido del peso intelectual de los argumentos, me parece interesante considerar dos aspectos que expone Daniel Kanheman en "Pensar rápido pensar despacio", a saber:

La sospechosa idea de la existencia de dos modelos de mentes, que da como resultado dos grupos bien diferenciados de personas, los econos; capaces de poner en marcha su mente basados en estadísticas y cálculos ajustados a los hechos lo que les permite tomar buenas decisiones y los humanos; incapaces de pensar correctamente, sesgados y con dificultades para hacer funcionar la mente en sintonía con la lógica estadística, a quienes su incompetencia los hace susceptibles de ser manipulados y engañados por terceros más hábiles que ellos. Como una forma de subsanar esta tremenda desventaja de los “humanos”, otros pensadores, en este caso: Richard Thaler y Cass Sunstein, crearon un método para prestarles auxilio y evitarles las dolorosas experiencias derivadas de su propia incompetencia y escasa capacidad de tomar buenas decisiones, ellos escribieron el libro titulado: Un pequeño empujón, (Nudge) considerado la biblia de la economía conductual, en el desarrollaron y pusieron a punto la idea del paternalismo libertario, un método que permite intervenir en el campo de toma de decisiones de las “personas comunes”, sin coartar, teóricamente, su libertad, con este novedoso método lograron seducir al ex presidente de los Estados Unidos Barack Obama quien los consideró tanto, que invitó a Sunstein a trabajar como administrador de la Oficina de Información y Asuntos Regulatorios.   

De manera concordante con el párrafo anterior también se menciona en ese libro el principio de precaución, adoptado en Europa, dentro del pensamiento y la acción jurídica, una doctrina ampliamente aceptada que crea un … “contexto regulatorio para el riesgo. Imponiendo toda la carga probatoria de la seguridad a cualquiera que tome iniciativas que puedan perjudicar a personas o entornos” ….  “especificando que la ausencia de pruebas científicas de daños potenciales no es justificación suficiente para asumir riesgos”.

Algunos opinan que la aplicación extrema de este principio puede paralizar toda innovación y tienen razón, bajo este precepto no hubiesen sido posibles la mayor parte de los adelantos que nos permite vivir de manera civilizada en este momento, tener tiempo y medios para pensar y escribir estas cosas.

En un entorno dominado por ese tipo de ideas, las organizaciones que no han desarrollado un pensamiento político filosófico profundo, consistente y contrastante con tales propuestas, cómodamente dan continuidad a la corriente, en el caso de las actividades de montaña el proceso de adaptación a la propuesta de un sistema de protección para los alpinistas "humanos", en este caso ha incluido tres líneas principales: la urbanización del ambiente de montaña, el incremento de la tecnología disponible y la especialización y normalización, con ello consiguen dos recompensas: una, no irritar a quienes gestionan políticas públicas que se ocupan de la “seguridad y longevidad” de las personas, preocupados por aquellos que quieran escapar de su sistema de protección y control y dos; alcanzar la masificación de las practicas, que garantiza una más eficiente gestión financiera con proyección de crecimiento del segmento y de los ingresos.

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Es preciso sostener con absoluta claridad, que esas prácticas están muy lejos de los valores del alpinismo clásico, de la verdadera aventura y del sentido de exploración, y que a los fines de ubicarlas en un segmento identificable de las actividades humanas deben considerárselas como parte del movimiento turístico y recreativo en todas sus formas.  

La libertad no es una mera idea, una linda abstracción, más o menos adorable. Es el hecho más práctico y elemental de la vida humana. Es tan prosaico y necesario como el pan. La libertad es la primera necesidad del hombre, porque consiste en el uso y gobierno de las facultades físicas y morales que ha recibido de la naturaleza para satisfacer las necesidades de su vida civilizada, que es la vida natural del hombre, por excelencia.                         

                                                                                  Juan Bautista Alberdi

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Desde que Albert Frederik Mummery en el siglo XIX, sostuviera sus ideas de by fair means" (por medios justos). Muchas personas nos hemos inclinado por este estilo que rescata la autonomía y la independencia como elementos esenciales de un proceso que persigue la libertad y plenitud del individuo, lo hacemos aun enfrentando la oposición de un entorno social, que para afirmar su paradigma colectivista impone un sinfín de complejos, produciendo un alarmante decaimiento de la iniciativa propia, lo que ha creado infinitos lazos de dependencia y perdida de la autoestima. La filosofía que inspira al alpinismo clásico contradice abiertamente a ese paradigma, por ello, encontraremos oposición incluso en el seno mismo de la comunidad montañera, donde un segmento importante se opone al estilo autónomo, argumentando con la lógica propia de un medio cultural que desconfía de la capacidad individual y en el que la responsabilidad personal tiende a diluirse en un andamiaje semántico de derivaciones sociales e históricas, imponiendo que el “bien común” está por encima del individuo y que por ello no es legitimo arriesgar, ya que uno no tiene control personal sobre su vida, sino que alguna autoridad, más sabia e iluminada, con visión general sobre el grupo de pertenencia, tal vez la “tribu”, debe mensurar esos riesgos, porque no puede perder engranajes de esa maquinaria humana llamada “colectivo”. Así, los brujos de la tribu, a través del paternalismo ya sea fascista, marxista, libertario o una combinación de ellos, nos ayudan a no cometer torpezas, a no dejarnos engañar por desconocidos, en definitiva; a no visitar la zona prohibida, porque allí está Baba Yaga. Ese paternalismo no es otra cosa que poder, una forma de influencia que opera ofreciendo protección a cambio de sumisión y que difunde y aplica la idea que sin su control, se pierde el sentido mismo de la vida y que cualquier empresa solitaria y autónoma constituye un desprecio por el “colectivo” y sus “elevados intereses”, esto se verifica cuando efectivamente ocurren accidentes letales y desde distinto sectores, a veces ni siquiera vinculados al montañismo, se elevan reclamos a esas autoridades; por no haber cuidado bien sus ovejas, porque en este sistema de ideas vigente, se los considera dueños de las vidas de los miembros de su rebaño y por ende de su cuidado, sin tener en cuenta siquiera la responsabilidad individual.

La autonomía tiene como condición sine qua nom a la libertad y la principal herramienta para gestionarla es la responsabilidad, así la toma de riesgos se convierte en una parte central que debe ser definida. Se trata básicamente de un asunto personal, porque más allá que se compartan criterios con el equipo, frente a un obstáculo se decide, se elije individualmente y esto contraría, no solo, al pensamiento colectivo, sino que al tomar en las propias manos y no delegar la creación de seguridad, comodidad y previsibilidad, se opone a los paradigmas que sostienen a las sociedades modernas, exitosas en muchos aspectos, pero que de a poco han ido pasteurizando la vida, convirtiéndola en una larga e insulsa existencia. No respetarlos y no delegarlos, materializa la abstención de sumarse a la carrera del miedo que moviliza y justifica el ejercicio de la protección y la regulación, que da sentido a una burocracia paternalista y asfixiante. Por todo esto, no vamos a encontrar un medio propicio para que se desarrolle la conducta expedicionaria autónoma, sin enfrentar resistencia, sin provocar irritación y molestias. Muchos se opondrán, porque esta actitud contrasta con lo asumido como normal, aun cuando la libertad como discurso sea de uso cotidiano. Ciertamente estas cuestiones, exceden en mucho el campo específico del montañismo y la aventura, pero debemos sumergirnos en estos temas o en poco tiempo más ya no habrá acceso a las montañas, desiertos, lagos y espacios abiertos, simplemente por el ejercicio del poder, con la promesa de una "supuesta" eliminación del riesgo a base de regulaciones, restricciones y controles que no son otra cosa que raciones de esclavitud para quienes estás distraídos, son lo suficientemente ingenuos o se sienten cómodos en el rebaño.

sábado, 5 de agosto de 2023

Montañismo clásico al limite ...


 La actual crisis del montañismo autónomo, resumida en el reclamo sustancialmente vacío de "montañas libres", lamentablemente afecta a un grupo cada vez más reducido de personas y de forma cada vez más severa, porque culturalmente se ha consolidado el guiado como práctica habitual y excluyente, desplazando al montañismo autónomo basado en iniciativa individual, ambiciones y sueños de los aficionados, posicionándolos en un plano de marginalidad, sujetos a críticas y burlas, con un expectante público a la espera que les ocurra una desgracia para poder reiterar lo equivocado de elegir ese estilo, aunque en términos de seguridad y accidentes ambos estilos comparten casi idénticas estadísticas.

La creciente profesionalización, comercialización y estandarización de las actividades de montaña sucede a medida que se consolida la declinación en los planos: ideológicos, argumentales, emotivos y prácticos de la inmensa mayoría de la dirigencia y referentes, debido a que se han sometido a las normas del mercado que exigen: seguridad, higiene, previsibilidad y normalización, detrás de una expectativa de masificación, alentada por el segmento de proveedores y respaldando a un conjunto de funcionarios que operan imponiendo restricciones y controles a fin de contener la incompetencia manifiesta de lo que ellos, despectivamente llaman "gente común".
Quienes quieran rescatar el espíritu exploratorio y expedicionario, deberán adoptar la toma de riesgo como una condición esencial de la actividad, escapar del paradigma del guiado que se ajusta a los procedimientos paternalistas que operan en casi todos los departamentos de la vida social. Claramente la tarea no será fácil y no estará libre de peligros, tal cual como ocurre en el ascenso de una montaña.

Como el plano conductual es el eslabón esencialmente distintivo del montañismo autónomo, quienes se decidan por difundir o adherir a este estilo deben compartir la idea que los ascensos, escaladas o los supuestos "cursos / salidas" guiados, constituyen una actividad turística y aun, sin poner en duda la legitimidad de los ingresos de las empresas de turismo activo ni el disfrute de los clientes, es evidente que las aberrantes prácticas que imperan en el Everest, Aconcagua, Huayna Potosí y otras locaciones convertidas en "producto montaña", que incluyen la urbanización, el sobre uso de tecnología y la disposición masiva de personal, que constituyen la clave comercial de las empresas de turismo, son la consecuencia directa del guiado, más allá que algunos miembros de esa comunidad exhiban su espanto. Una vez en la montaña, las relaciones siguen cursos a veces asombrosos, los guías en forma individual manifiestan una conducta amistosa a veces matizada con algo de admiración por los montañistas autónomos, contrastando con los comportamientos corporativos de asociaciones y empresas cuya tendencia monopólica las lleva a tratar de apoderarse del medio, acercándose al sector público adhiriendo a regulaciones, restricciones y planes de manejo leoninos que las favorecen. Por todo esto, debemos diferenciar con claridad esas prácticas del montañismo clásico autónomo, el cual gira en torno a la iniciativa individual, la toma de riesgo, cierta austeridad de medios y la construcción voluntaria y horizontal de equipos. Aceptar que el montañismo clásico promueve una modesta operación económica y que es una actividad absurda en el plano material, de la cual no puede esperarse más que satisfacciones y desarrollo personal, ayuda a reemplazar la idea de la proyección profesional que es la que ha transformado el universo del montañismo creando la dualidad funcional excluyente de guías y clientes. 
En términos prácticos, para el rescate del montañismo clásico no guiado, se ha de tomar la iniciativa en el ámbito de la formación, tal vez mirando atrás, hacía el Ventisquero Negro, aquellos cursos de escalada coordinados por montañistas para montañistas, no como las versiones modernas propuestas por los clubes colonizados por la lógica del guiado que ceden su estructura institucional como plataforma comercial para la generación de actividades turísticas o directamente han modificado su objeto social convirtiéndose en escuelas de guiado. Retomar la aventura del montañismo supone la necesaria toma de riesgo por parte de dirigentes y referentes, por ello lo mejor es que tales cargos los ocupen montañistas activos, comprometidos con la actividad desde el punto de vista cualitativo y sin intereses económicos en las actividades, porque para ellos será más fácil aceptar valiente y abiertamente que el montañismo es impredecible, agotador e inseguro, en abierto contraste con la cultura algofóbica que considera inaceptable cualquier tipo de dolor o sufrimiento y que está presente en cada rincón de la vida social, debiendo dejar claro que las normas del mercado no aportan nada a nuestro estilo, que no tiene por, ni para que ser masivo, que básicamente es una actitud distinguida frente a la adversidad, la incertidumbre y la imprevisibilidad, condiciones que caracterizan el inhóspito ambiente de las montañas, lo que otorga sentido y proyección al montañismo clásico.

Un extenso camino recorrido me ha enseñado a entender la libertad como una actitud o estado de la persona, un derecho natural y no una cualidad de las cosas, porque los objetos en si mismos no son libres ni esclavos, sino que se limitan a reflejar los estados con los que nos relacionamos con ellos. Así resulta que la libertad es una actitud y que no la puede garantizar más que nuestra conducta que no existen regulaciones ni leyes para otorgarla, por lo tanto, no se trata de montañas libres sino de montañistas libertarios, en momentos que el acceso a muchos lugares empieza a depender de la voluntad de funcionarios que exigen las credenciales de una escuela de guiado para abrir la tranquera que separa la calle de la montaña. 

miércoles, 26 de abril de 2023

Sentencia ejemplar y aclaratoria ?


El guía de alta montaña francés Christophe Profit, está siendo juzgado por el delito de robo por haber retirado unas estacas de seguridad instaladas por otros guías en una sección de la ruta normal del Mont-Blanc.

De estos hechos se desprenden varias líneas interpretativas, algunas se perderán en el bucle opaco de la confusión que caracteriza al universo de estas especialidades, confusión creada y alimentada por diversos actores algunos por conveniencia buscando conceder méritos inmerecidos a sus clientes, otros por la ignorancia que promueve el accionismo sin reflexión y otros, que por seguir la corriente más suave y sin controversia, van dejando pasar los acontecimientos en un ejercicio de conservación de sus parcelas en los espacios comunes o en las cercanías del stablishment, pocos somos críticos, muy pocos.

Los medios de comunicación especializados, que abonan las opiniones de muchos, por años han creado un ecuador que separa, por un lado el hemisferio del montañismo comercial y por otro el deportivo, desde luego no coincido con esa línea, porque todas las actividades de montañismo y casi todas las actividades humanas, hasta los matrimonios y actos religiosos pasan de una forma u otra por los presupuestos, los gastos, los depósitos y hasta los embargos. Por lo tanto, a mi entender la diferencia está en cuestiones más subjetivas y quizás más profundas, está en el campo valórico que lleva a un pequeño grupo a optar por la autonomía a sabiendas que siempre el camino a la cumbre será mas extenso y peligroso para una aficionado que para un profesional, pero mucho más meritorio y trascedente que bajo la custodia de un profesional del peligro como son los guías de montaña, quienes pueden dar mayores garantías de éxito, previsibilidad, confort, contención y sostén. La guiada, como manifestación comercial, no puede escapar a las leyes generales de la economía de mercado y mucho menos a las necesidades intrínsecas de cualquier negocio lucrativo, en principio necesita diseñar y crear productos seguros, higiénicos, garantizables, previsibles, normalizados y confortables, si se respetan estas condiciones y se tienen en cuenta cuestiones básicas como apego a los presupuestos, control de los costos fijos, discernimiento claro entre gastos e inversiones, es posible resolver los aspectos financieros dependiendo, el éxito, de la capacidad de atraer clientes, para lo cual se desarrollan ambiciosas y a veces provocativas campañas de marketing. Voy con esto, porque pretendo poner en claro porque los guías instalaron esas estacas en una ruta del Mont Blanc aunque también lo han hecho en otros lugares como la Ruta Directa del Glaciar de los Polacos en Aconcagua, sin contar las cuerdas fijas y sus respectivos anclajes en los ochomiles y muchos más sitios bajo el asedio del turismo activo, lo han hecho en su afán de diseñar y operar productos seguros, higiénicos, garantizables, previsibles, normalizados y confortables, el no hacerlo, los dejaría fuera del mercado. El otro montañismo, llámese: autónomo, clásico, expedicionario, aventurero o como cada uno quiera nombrarlo no está sometido a las leyes del comercio, no especula con la masividad, es más le estorba, mucho menos necesita esas supuestas garantías que exige la economía de mercado, su sentido cualitativo se orienta a la superación de las mayores dificultades, la incertidumbre del descubrimiento en nuevas rutas, el aislamiento, el minimalismo, el procesamiento exitoso de altísimos niveles de estrés operacional y un largo etcétera de penurias, esfuerzos y limitaciones que la sociedad de consumo rechaza de plano y las ubica en la zona de las enfermedades psiquiátricas, condenándolas a la marginalidad. De estas condiciones se desprenden las dificultades en el campo identitario, promoviendo dudas y complejos entre los aspirantes a montañistas y situaciones poco felices y contradictorias como las del guía de alta montaña Christophe Profit que se enfrenta a sus colegas por este acto “militante” que no son capaces de llevar adelante los montañistas autónomos, clásicos, expedicionarios, aventureros o como quiera nombrarlos, por la ignorancia que promueve el accionismo sin reflexión o por seguir la corriente más suave y sin controversia, dejando pasar estos los acontecimientos en un ejercicio de conservación de sus parcelas en los espacios comunes o en las cercanías del stablishment, he aquí el oscuro bucle mencionado anteriormente.

Quedar fuera de este segmento debería ser un objetivo y motivo de orgullo de los montañistas aficionados, tomar distancia de estos actos, promover el montañismo sin eufemismos, sin publicidad, sumar a los entusiasmados revelando las dificultades, peligros y limitaciones sin rubores ni complejos y rescatar el valor de la identidad como montañistas, necesita de la creación y sostenimiento de un argumento contundente, con lógica y consistente, un relato atractivo y épico, al cual debemos ser fieles para construir integridad con la que abordar a las futuras generaciones. Esto que sugiero va contra la corriente del paradigma algofobico que se derrama y penetra en la sociedad occidental, al menos. A mi particularmente no me importa la marginalidad, elijo estar lejos de esas prácticas, después de una vida subiendo montañas, muchas veces con menos que el mínimo de lo necesario, me sobra motivación y elementos para librar cada día una o varias batallas en este sentido y para invitar a otros, con sus matices y particularidades, a seguir construyendo montañismo por más molesto que sea y aun cuando los obstáculos burocráticos se multipliquen.

miércoles, 5 de abril de 2023

PERMISO PARA VIVIR ....

EXPEDICON ARGENTINA EVEREST 1971

 A partir del 1 de abril se inició una nueva temporada de primavera en Nepal con la novedad que ahora es obligatorio contratar un guía para practicar trekking en ese ríspido país, obviamente según el ministerio de turismo, la medida se toma "en beneficio de la seguridad de los turistas", hubo algunos reclamos y oposiciones dentro de Nepal pero fueron por cuestiones recaudatorias no porque a alguien se la haya ocurrido que existe una libertad natural del homo sapiens de caminar por la naturaleza por más que signifique algún riesgo, porque si de riesgos se trata, el gobierno de Nepal debería reconsiderar seriamente sus regulaciones en cuanto a transporte aéreo se refiere, por ejemplo.  

Restricciones, normas y regulaciones siempre se justifican en la necesidad de cuidar a los ineptos e incompetentes de su propia negligencia, es decir algo así como: cuidarnos a nosotros de nosotros mismos. Siempre me he resistido a estas maniobras porque siempre sospeché de cualquier ayuda o facilidad que yo no hubiese pedido expresa y concretamente, tanto en la montaña como en la ciudad, esto, debido a que me sobra olfato, tengo bastante experiencia, he vivido y resistido varias embestidas psicosociales y como muchos otros, también, recuerdo la vieja historia de los espejitos y las cuentas de colores de la conquista y saqueo de América, por lo tanto, desconfío de un proceso cuyo aspecto es ser la continuidad de la constante intensión de imponer control y sometimiento utilizando, según el periodo de la historia diversas herramientas, aunque siempre el núcleo ha sido, es y será: el miedo. Siempre creí que esta forma de pensar, de considerar la libertad, la independencia y la autonomía, me unía a una multitud de personas con similares posiciones, pero la vida me enseñó que somos, como mucho, un puñado desperdigado y desorganizado que levanta la voz, aquí y allá, casi inútilmente y con pocos resultados.

Quienes operan estas medidas, lo hacen porque su vocación es la construcción de poder, cuentan con la experiencia de siglos de privilegios y con el respaldo de algo mucho más poderoso que las nuevas tecnologías de I. A. y las omnipresentes redes sociales, cuentan con la anuencia de la gente porque las personas comunes hemos sido educadas para obedecer y temer, desde hace siglos y en una combinación de seducción, presiones y amenazas, hemos adoptado las conductas que nos llevaron al paradigma algofóbico que compartimos en la actualidad, somos un subproducto de la abundancia productiva, hijos ilegítimos de Benjamin Spoke, devotos de la diversión, el confort y el hedonismo. Es así como nos hemos acostumbrado y las mayorías claman por más control y más contención en una búsqueda obsesiva de previsibilidad, estabilidad y seguridad. Aun a sabiendas que los gobernantes imponen caprichos, por absurdos que parezcan; por comodidad, falta de buenos argumentos, debilidad de carácter, grupismo manifestado en la necesidad de ser parte de los espacios comunes y/o dificultades económicas, las personas terminan cediendo a sus mandatos.

La minoría disconforme somos considerados como células subversivas, semillas de descontento y disidencia, nos responden asediándonos, usando todos los medios a su disposición, con un hostigamiento con el que consiguen doblegar a muchos, otros sucumben a la desilusión y la desesperanza al comprobar la evidente sumisión del resto de las personas, por lo que es difícil hacerse escuchar y más difícil aun hacer valer los derechos naturales y/o constitucionales, porque a nadie parecen importarle derechos que, por defecto, exigen responsabilizarse de uno mismo. A este ritmo, pronto tendremos que pedir permiso para salir a caminar por los alrededores de nuestro barrio.

La práctica del paternalismo se sumerge en lo profundo de la historia, tiene raíces ancestrales y su implementación está en relación a ¿cuáles son las expectativas de libertad de las mayorías?, mayorías que, habitualmente, eligen ocupar un lugar de sumisión en este reparto de roles, por la comodidad de ceder su iniciativa, no confrontar y/o no marcar diferencias que lo identifiquen como disidente o ajeno al bien común, casualmente el menos común de todos los bienes. En este sentido, un poco más de dos años de vivir bajo las condiciones de pandemia, ha servido a los constructores de poder de toda estirpe, neoliberales, comunistas, islamistas, capitalistas, socialdemócratas, nacionalistas, socialistas o lo que sea que nos toque en el poder de cada rincón, por remoto que sea, porque en esta ocasión ha sido de alcance global, para licuar toda resistencia, someter a los aparentemente más revoltosos, a los más prudentes, a los antisistema y a los religiosos más fanáticos de manera objetiva, sin dejar lugar a dudas, lo hicieron, como siempre, incentivando el miedo y el temor, despertando fobias y provocado una sensación de inseguridad e incertidumbre creciente, lo que derivó en la búsqueda obsesiva de protección y contención, consolidando la victimización con la necesidad de trasladar a otros la propia responsabilidad. Así, obtener “un permiso” se ha convertido en un paso obligado para cualquier acción, esto aleja a las personas de la decisión de tomar su iniciativa, emprender y correr riesgos, porque los ha hecho cada vez más dependientes, los transformó en niños, en esclavos sin coraje que escapan a la responsabilidad y huyen a los brazos protectores del amo ante el mínimo peligro o amenaza.

Quien leyó la primera sección del libro "Método Expedicionario", conocerá mi opinión. He advertido con claridad esta tendencia nefasta cuyas consecuencias abarcan todo el espectro de las actividades humanas, siendo el trekking algo casi insignificante frente al desastre mayor que es el establecimiento de un totalitarismo blando y servicial que crece en silencio y con la complacencia de las masas.

Estas son las estrategias del siglo XXI, con un sistema de producción ultra eficaz que pronto dejará fuera la mayor parte de la mano de obra humana, han tenido que renovar el espectro de las amenazas y se han puesto de acuerdo casi todos detrás de un gran invento; el paternalismo libertario, creado hace varias décadas como motor del estado de bienestar, un modelo que evolucionó, se profundizo e hizo más rentable. Descubrieron que ya no conviene confrontar a las masas con sus necesidades, tampoco amenazarlas ni reprimirlas, es mucho más eficaz, social y económicamente hablando: "cuidarlas", esto permite un mayor y más estrecho control, evitando enfrentamientos y desgaste innecesario de energía. Cada beneficio por pequeño que sea es pagado de alguna manera por el capital, propietario de los medios de producción tradicionales, de la energía, las redes de comunicación, sistemas de comercialización, innovación tecnológica, farmacéutica y educación, esto ocurre tanto en China como en USA, en Japón o Cuba, a cambio, estos contribuyentes, reciben hilos de control, que comparten con gobernantes adictos a los trajes caros, los autos veloces, los perfumes, las playas de arenas blancas y aguas cristalinas, los vinos costosos, el arte exótico, los banquetes y los yates de más de 30 metros de eslora, en definitiva al dinero y a la sensación de poder, de esa manera en una simbiosis muy pragmática, disfrutan de manejar, cual títeres, a lo que ellos llaman, despectivamente, gente común, un eufemismo para no llamarnos lisa y llanamente: ganado.

De este lado, del de abajo digo, las respuestas no son nada más que lo que los poderosos indican, la disidencia controlada como se dice. En China son anticomunistas en Canadá anticapitalistas y la gente se sumerge en una sopa de confusión preparada por los medios de comunicación y el sistema político,   poniendo como principal objetivo su bienestar dejando de lado la libertad, porque ser libre acarrea muchas responsabilidades e inconvenientes y se piensa que de verdad no vale la pena. Entonces, un día cualquiera, cuando se ha naturalizado el sometimiento, te encuentras en la fila que conduce a la oficina que otorga los permisos para alejarse más de cuatro manzanas de tu domicilio, agradecido que te dejen marchar tan lejos y a la vez tan seguro.

domingo, 4 de septiembre de 2022

Todo cambia ...



Temprano, sintiendo el aire fresco y el olor a leña de eucaliptus, caminaba por la avenida Luzuriaga, en junio de 1988, buscando un lugar donde tomar mi primer desayuno en Huaraz. 
Me dirigí al restaurant Vigorito, pero antes de llegar a su puerta, tropecé con una nutrida expedición, con sus mochilas, piquetas y carpas a cuestas, no me había imaginado ver tal espectáculo, ni siquiera en Bariloche era posible verlo por aquel entonces, porque el turismo era muy burgués, muy convencional y no se veían estas cosas, el montañismo era exclusivo de un pequeño grupo bien identificado por sus atuendos, porque no se vendía The North Face, Fugate o Ciesse Piuimi en los supermercados, era ropa exclusiva para gente de montaña. Me acerqué, por pura curiosidad, a esos rudos montañistas que estaban tratando de contratar una camioneta en la agencia Azul Tours, para que los lleve a Musho, ya que iban al Huascarán. Pasé varios meses en el callejón de Huaylas y esa escena se repetía casi a diario o a diario. Expediciones de Checoslovaquia, Italia, norteamericanos, del activo Club Andino Peruano, españoles, japoneses, franceses, eslovenos, mejicanos, vascos y de los lugares más recónditos del planeta, en su gran mayoría expediciones de clubes o de grupos de amigos, autogestionadas, que se ocupaban de todos los detalles, transportes, alojamiento, comida, elección de las vías de ascenso y transportaban su propio equipamiento, el que después de concluir la temporada, vendían en las tiendas o a los sudamericanos que no teníamos fácil acceso a equipamiento nuevo. Las guiadas, si bien ya estaban organizadas a través de la flamante Casa de Guías, solo eran un porcentaje menor de la actividad, lo más vigoroso eran esas expediciones con logos de sponsors en sus camperas y la mirada característica de la gente que toma decisiones que incluyen riesgo, gente decidida, audaz, fuerte y tenaz, es decir: “montañeros” de verdad, con una clara identidad que los caracterizaba sin lugar a dudas ni matices.

Seguí yendo con regularidad a la Cordillera Blanca y también a otras montañas y fui testigo de los cambios, cambios que respondieron a la evolución de la conducta humana en todos los ámbitos. La vida se hizo cada vez más previsible, más estable y confortable en todos lados, para el final del siglo XX la abundancia de medios y bienes alcanzó escala global, la cultura de la seguridad se convirtió en devoción, ese culto llevó a una desvalorización de la épica y con ello se perdió de vista la importancia de los medios, del proceso y de la ética que empleamos para conseguir los fines, en cambio prevaleció la idea de la diversión, la inmediatez y el resultado.

En la misma medida que en otros ámbitos se afianzaba el paternalismo, con más restricciones, normas y controles para hacer más segura y previsible la vida, en la montaña se naturalizaba e imponía la lógica de quienes quieren escapar a toda costa del peligro, del sacrificio y el sufrimiento y gozar de la estética y la cosmética del alpinismo, tendencia que fue aprovechada por los que bregaban por la masificación del montañismo: las empresas de turismo activo y la mayor parte de los clubes de montaña, adhiriendo al relato imperante en estos tiempos de no correr riesgos, actuar sin argumentar y conseguir méritos de utilería, escapando a los tediosos y extensos procesos con ritos, esperas, aprendizajes e iniciaciones que son indispensables para dominar un oficio complejo como el alpinismo, esa es, posiblemente, la causa de la declinación del montañismo no guiado y de otras aventuras, como también es el origen de la proliferación de prestadores de servicio que urbanizan las montañas, se profesionalizan cada vez más y utilizan el máximo de tecnología posible con tal de garantizar seguridad y resultados, como argumento de convocatoria, fielmente acompañados por los gestores de políticas públicas que ven en las regulaciones y controles una oportunidad de detener el ejercicio de la osadía y la libertad de arriesgar de la ovejas descarriadas, pésimo y peligroso ejemplo de autonomía e independencia que debe ser censurado en nombre del bien común. Por ello el montañismo, llamémosle clásico, aunque el nombre más justo seria de aventura, es casi una extravagancia, sobre todo en los destinos donde se comparten campamentos y/o rutas de ascenso con los turistas de montaña, grupos desenfadados con vestimenta y equipo de rental y que no han tomado otra decisión que elegir la empresa que los lleve, cuyo interés mayormente solo es alcanzar tal o cual cumbre o los recientemente aparecidos atletas de la velocidad que van de cumbre en cumbre sin escatimar medios técnicos, empleados, maquinas ni promociones "on line", todos ellos con el común denominador que la historia ni las tradiciones del montañismo les mueven un pelo.

También es cierto que nunca se han derramado tsunamis de valor y osadía por el mundo, nunca fue masivo el montañismo ni otras actividades de riesgo, por el riesgo precisamente, el hecho de querer masificarlas es lo que, en parte, ha motorizado estos cambios.

Afortunadamente existe un segmento de personas que mantienen viva la llama de la aventura en las montañas, algunos con algo de reconocimiento, la mayoría anónimos o marginales, porque hasta algunas marcas de vestimenta y equipo de alpinismo rehúyen a vincularse con el riesgo que significan los objetivos de los pocos que intentan cosas nuevas y peligrosas, como le pasó a Steph Davis cuando Power Bar se retiró de su cartera de patrocinadores porque arriesgaba mucho. También pervive un grupo que lee un libro de Livingston, Mummery o Bonatti y se inspira, que valora la dificultad, los peligros, los medios y las condiciones reinantes en un recorrido como elementos constitutivos del mérito que contiene un resultado. Gente con espíritu explorador e inquieto, sin miedo a la precariedad, con capacidad de improvisación que poseen actitud resolutiva que aun sin poseer esos cuerpos extremadamente fuertes, conseguidos con los progresos de la medicina y sistemas de entrenamiento a tiempo completo, lo que tal vez los sentirse precariamente preparadas, estarían dispuestas a acudir a la cita de Shakleton, que ofrecía, desde una modesta oficina en Londres en medio de la crisis de la primera guerra mundial, un puesto para sufrir en el Endeavor.

Nos balanceamos en la ecuación entre prudencia e inquietudes de exploración, entre el ser conservador que no quiere cambios y las ansias de ir más allá de lo conocido, entre un llamado ancestral de la naturaleza y la suavidad del sofá. Los nuevos exploradores nacen de la sospecha que más allá de la contención y cuidados de la urbanidad se extiende un mundo inhóspito, pletórico de sensaciones y desafíos, en el cual quieren arriesgarse, inteligentemente, pero arriesgarse, sin intención de profesionalizarse como deportistas ni como prestadores de servicios, atraídos por la idea de adaptarse para coexistir con la incertidumbre, la adversidad, las privaciones y las exigencias del insidiosamente hostil mundo de las montañas y las áreas remotas del planeta.







lunes, 15 de agosto de 2022

Montañas, dólares y tradiciones



En el invierno de 2012, en nuestra zona, el norte de la Patagonia, compartimos la noticia del ascenso de Mercedes Sahores a la cumbre del Everest, llevado a cabo dentro de los programas de la empresa de guías Patagonia Brothers. Debido a mis actividades en los medios de comunicación, debí emitir una opinión al respecto ya que el hecho despertó interés y fue motivo de una algarabía casi futbolera. Sin establecer un juicio respecto de la potestad que cada uno tiene de ascender las montañas como quiera, dediqué un segmento de la nota a dar a conocer, a un público que mayormente recién empezaba a convivir con esta clase de información, que dentro del alpinismo se distinguían al menos dos corrientes éticas; una que valora la propia iniciativa, la independencia y la toma de riesgo y otra que valora la seguridad, la previsibilidad y la toma de decisiones a cargo de profesionales y que esas diferencias, que parecen sutiles, en realidad son trascendentes y distinguen dos universos diferentes en un mismo ambiente geográfico con una estética bastante similar.

Claramente ascender cualquier montaña y más aún el Everest seguía siendo desafiante, duro físicamente y estresante, más aún cuando permanecía fresco el recuerdo de lo ocurrido en mayo de 1996, un episodio con doce muertos y mucha cobertura de medios que dio sustento a toda clase de críticas y a una opinión que provenía de los sectores más conservadores del ambiente del alpinismo, apuntando las limitaciones y peligros de las operaciones de guiado por encima de los 7000 metros. Todo indicaba que esos emprendimientos cargados de arrogancia, ambiciones y riesgos no eran más que venta de ilusiones y que muchos deberían reconsiderar su futuro laboral, pero no fue así, el espíritu del capitalismo históricamente ha combinado lo mejor de los hombres para sacar adelante diversas industrias y esta no fue la excepción. Aprendida la lección hombres de la talla de Russell Brice y otros que lo acompañaron o compitieron con él, se dedicaron sistemáticamente, aprovechando la experiencia que tenían, a perfeccionar el modelo de negocios de las guiadas a montañas de más de ochomil metros. En un mundo paralelo, en 2002 año internacional de la montañas, la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo publicó la “Declaración del Tirol” un manifiesto con los principios del alpinismo clásico y sugerencias de buenos usos para un colectivo de personas que claramente empezaba a dispersarse, a perder identidad y a mermar su peso numérico afectado por el fenómeno del turismo activo, que no supieron discriminar con precisión incorporándolo en el artículo 5 y que de a poco, con argumentos cautivantes y concordantes con el relato predominante en la época, colonizó también a los clubes con la promesa de adaptar el estilo cimarrón del montañismo a las expectativas del momento y con ello alcanzar la masividad que para muchos, por distintos motivos, resultaba muy importante, algo que a mediano plazo significaría una crisis para los clubes porque es cierto que para tomarse unas vacaciones no hace falta una federación ni un club.

Las empresas rediseñaron el producto “montañismo”, para ello trabajaron más en la profesionalización de sus operarios, adoptaron nuevas tecnologías, urbanizaron todo lo posible los destinos y en definitiva, produjeron el ensamblaje de una sofisticada e impecable arquitectura logística, con el fin de desarrollar un producto de consumo masivo. Inteligentemente, tomaron sana distancia del alpinismo de aventura que en su esencia, consiste en la toma de decisiones por cuenta propia, la coexistencia con altos niveles de incertidumbre, el aislamiento, el minimalismo impuesto por las condiciones objetivas de los escenarios elegidos o por cuestiones de principio - by fair means -, el compromiso que exige a los practicantes que condiciona en gran medida su vida familiar, social y laboral, descontando el peso de la poco atractiva historia de accidentes y tragedias. En la nota de 2012 también sostuve que la actividad se deslizaba hacia un modelo de operación similar a los raids de aventura, del cual fue pionero el Raid Gauloises y posteriormente, con una difusión a escala global, el reconocido Eco-Challenge, esos eventos que incluían ascensos a montañas, pico Argentino del Tronador por ejemplo, recurrieron a la cosmética de las actividades de montaña para dar prestigio y realzar los desafíos, pero en cada punto donde había que tomar una decisión importante porque había riesgo, es decir: un rapel, una tirolesa o esos ascensos sobre piedras o glaciares, la organización proveía un contingente de profesionales que gestionaban los procedimientos, a fin de quitar esa responsabilidad a los corredores, definitivamente es el modelo con el que se opera actualmente en la mayor parte de las montañas que atraen turismo como ocurre en el Parque Provincial Aconcagua, donde tal una carrera de aventura, se despliegan puestos de salud, con atención compulsiva y preventiva, en cada campamento.

A un poco más de dos años de vivir en modo pandemia, las actividades, en los distintos centros de montaña se están recuperando moderadamente, pero en este tiempo se materializaron cambios significativos en las practicas. El guiado no es un invento nuevo ni las empresas de turismo activo tampoco, pero evidentemente vivimos el momento de un nuevo pulso evolutivo, uno más importante que el de los años sesenta con la fundación de Mountain Travel Nepal. Pasada la primavera boreal, las novedades que llegaban del Everest confirmaban aquellas profecías, allí se batió el récord local de empleo de personal para conseguir el ascenso, una tasa de 1,66 sherpas por cliente, porque los 290 clientes que alcanzaron los 8848 m.s.n.m. necesitaron algo así como 400 empleados, además de kilómetros de cuerda fija y toneladas de tubos con oxígeno y obviamente ya no es ninguna novedad y a nadie llaman la atención las escaleras y el hecho que la cuerda fija recorra, prácticamente desde el campo base a la cumbre y sea instalada por equipos de sherpas con anticipación y dedicación, porque esta práctica ya lleva más de una década.

Otra novedad del 2022 es el brillante desempeño de Kristin Harila, una atlética noruega que se decidió por emular ni más ni menos a que Nirmal Purja, en un decidido proyecto de alcanzar la cumbre de los 14 ochomiles en un año o menos, con similar estrategia que el gurka más famoso del mundo, sin ruborizarse por el uso masivo de helicóptero, entre el 28 de abril y el 27 de mayo alcanzó la cumbre de: Annapurna, Dhaulagiri, Kangchenjunga, Everest, Lhotse y Makalu. Concluida la primavera y la temporada de ascensos en Nepal, viajó a Pakistán donde ascendió todos los ochomiles disponibles en forma sucesiva entre el 1 de julio y el 11 de agosto, del mismo modo que lo hecho en Nepal unos meses antes, alcanzó primero la cumbre del Nanga Parbat, el K2, Broad Peak, el Gasherbrum II y el Gasherbrum I. Su raid ha sido asistido por oxigeno envasado, sus dos “sherpas de confianza” y cuanta ventaja tecnológica esté a su alcance. Claramente en el post monzón, si todo sigue como hasta ahora y el gobierno de la República Popular China le otorga la visa y el permiso para ascender el Shisha Pangma completará su desafío, con esto, tanto ella como Nirmal el creador de este admirable nuevo estilo, que es la conjunción del modelo de las empresas nepalíes con las tácticas de fuerzas especiales como dice Nims en su libro: “Más allá de lo posible”, vienen a poner claridad sobre el mérito de subir solo dos o tres ochomiles al año. Este estilo de alto rendimiento que el gran público está asociando a un concepto deportivo con mayor facilidad que al alpinismo clásico, repleto de cuestiones éticas y tradiciones que requieren demasiadas explicaciones para ser comprendidas, más aún dentro de un marco cultural que evita las argumentaciones.

Un punto álgido en la evolución del turismo activo en los Himalayas es lo ocurrido en el K2, “la montaña de las montañas”, peligrosa y esquiva mole de roca y hielo que finalmente fue doblegada por el joven y vigoroso modelo de negocios de las empresas nepalíes de montañismo guiado que aprendieron de los occidentales y ya operan fuera de las fronteras de Nepal, como en este caso que debieron establecer acuerdos comerciales y tácticos con sus colegas pakistaníes para operar la montaña que ellos, varios propietarios de empresas, doblegaran en el invierno de 2021. Al comenzar la temporada llegaron hasta allí, los bien preparados, excelentemente equipados y predispuestos equipos de alpinistas sherpas que pusieron en marcha su infalible estrategia para subir montañas y sobre todo; de crear las condiciones para que otros suban montañas con seguridad y ciertas facilidades hace pocos años inimaginadas. Las agencias anunciaron que el 22 de julio a primera hora llegarían los equipos con el paquete de cuerdas fijas a la cumbre y lo cumplieron, una vez hecho esto, horas o minutos después, una avalancha ascendente de guías con sus clientes salieron tras la preciada cumbre, por primera vez se vio un atasco en el camino a la cumbre, vinculados con un “Jumar” a las cuerdas, sin escatimar oxígeno suplementario, con la asistencia personalizada de unos dos “sherpas de confianza” por cliente o más, la extensa fila de montañistas ganó altura en la que, poco tiempo antes, fuera una de las montaña más difíciles de ascender del planeta. Ese día, a través de esa cuerda llegaron un total de 145 personas a la cumbre, multiplicando por más de cuatro el máximo en un día en ese mismo lugar en toda la historia de ascensos en el K2, además de duplicar la totalidad de cumbres en una temporada completa. Durante los días posteriores continuaron los ascensos y la cifra de cumbres quedó cerca de los 200, que es más que la mitad de todos los que alcanzaron la cumbre en toda la historia de ascensos antes de este año. Las empresas nepalíes aprovechan su prestigio para expandir sus negocios a todos los rincones del mundo, Sud América y Asia son sus destinos principales, pero programas de Seven Summit las están llevando a cada continente con su estilo impecable de subir gente a las montañas.

Lo descripto, material obtenido de varias fuentes que reportan los hechos que ocurren en los Himalayas, refleja un cambio evidentemente importante, no le quito legitimidad a ninguno de sus aspectos ni protagonistas, admiro la capacidad emprendedora de las empresas, saludo el disfrute de los clientes y felicito a los nuevos alpinistas veloces y resistentes que van por los 14 en un solo año, lo cual pronto será en mucho menos tiempo, aunque me opongo frontalmente a la idea que esto sea considerado el único modo de acceder a las montañas, trabajo contra la corriente para sostener un espacio para el montañismo sin guías, para las expediciones organizadas de forma horizontal donde se asumen responsabilidades compartidas, con total seguridad esta clase de actividades, implementadas mayormente por aficionados como yo, implican muchos más riesgos que las excursiones organizadas y gestionadas por profesionales, en lo que va de este año 2022 entre los récords del Everest y el K2 solo hubo seis fallecidos, la historia del himalayismo, anterior a esta operación, indica que efectivamente antes era mucho más peligroso y allí radicaba el prestigio que se obtenía de esas empresas. Es una tarea con perspectivas poco alentadoras la que me propongo, lo sé bien, ir contra la cultura dominante siempre ha sido una tarea con muchas complicaciones, lo supieron los viejos alpinistas después de aquel accidente acaecido el 14 de julio de 1865 en el Matterhorn, momento desde el cual viene siendo cuestionado por los riesgos que implica y admirado por el prestigio que transmite a los que se atreven. Claro, como en todos los órdenes de la vida, son muchos los que desean ir al cielo pero muy pocos los que se quieren morir, por ello, son muchos los que prefieren la confusión y contribuyen a ella, distorsionando o recortando la información, usando eufemismos y apelando a la “sana modernidad” para justificar un estilo aburguesado, basado en la inmediates y la previsibilidad, apropiándose a la vez de un inmerecido prestigio, porque es obtenido sin los riesgos y esfuerzos que supone la práctica del alpinismo de aventura, minimalista, sin profesionalizarse y apegado a viejas tradiciones que lo sujetan éticamente a unos comportamientos que podemos caracterizar como piezas de museo de la conducta humana. El montañismo guiado está viviendo su momento de gloria en estos tiempos, responde a las expectativas de los hombres de hoy; inmediatez, confort y previsibilidad. Las empresas del segmento ya han establecido un modelo de negocios en el cual están atendidas todas las etapas y todos los departamentos, los reclutadores: clubes, gimnasios y grupos de entrenamiento, son los que se encargan de lo básico, convenios de provisión de equipamiento, respaldo y regulaciones favorables desde el ámbito gubernamental, pequeñas compañías de guías para dar los primeros pasos de los noveles montañistas y las conexiones para transferirlos, luego, a las grandes operadoras que explotan los destinos de mayor complejidad y prestigio, es un gran negocio que moviliza millones de dólares, que promueve las marcas de equipamiento, los trasportes, la hotelería, los alimentos y deja importantes recursos a las comunidades locales. Desde el frente, un grupo diverso de actores, lo acusa de muchas cosas, como: incrementar el riesgo, daños ambientales, irrespeto a la espiritualidad de los lugares, ofensas a las tradiciones, ir demasiado rápido y de otras, según el sesgo de cada uno, cada acusación refutada a medida que el modelo de negocios, el gerenciamiento y la operación en terreno se ha hecho más eficiente. No me encuentro dentro de esos críticos, asumo que prefiero invertir mi tiempo en desarrollar un argumento y crear una propuesta para los que queremos un alpinismo con otros valores, más arriesgado, sin muchas certezas, con menos utilería, comprometido, sin asediar las montañas como con la intensión de someterlas, claramente uno que sea para los “devotos del riesgo”, los que nos arreglamos con una buena experiencia y sobrevivir, sin ninguna intención de hacerlo masivo, porque el alpinismo de aventura es solo para los que acudimos voluntaria y responsablemente a sabiendas que arriesgamos mucho. Las grandes desilusiones y desencuentros y desencantos, ocurren cuando las personas fijan su mirada en la cosmética y se equivocan pensando que todo es más o menos lo mismo, por no informarse a fondo. Nada como la verdad desde el primer momento, el alpinismo de aventura es una actividad que implica alto riesgo de resultar muerto o gravemente herido, mucho más que en un paseo por el parque o frente a la Play Station.