lunes, 15 de agosto de 2022

Montañas, dólares y tradiciones



En el invierno de 2012, en nuestra zona, el norte de la Patagonia, compartimos la noticia del ascenso de Mercedes Sahores a la cumbre del Everest, llevado a cabo dentro de los programas de la empresa de guías Patagonia Brothers. Debido a mis actividades en los medios de comunicación, debí emitir una opinión al respecto ya que el hecho despertó interés y fue motivo de una algarabía casi futbolera. Sin establecer un juicio respecto de la potestad que cada uno tiene de ascender las montañas como quiera, dediqué un segmento de la nota a dar a conocer, a un público que mayormente recién empezaba a convivir con esta clase de información, que dentro del alpinismo se distinguían al menos dos corrientes éticas; una que valora la propia iniciativa, la independencia y la toma de riesgo y otra que valora la seguridad, la previsibilidad y la toma de decisiones a cargo de profesionales y que esas diferencias, que parecen sutiles, en realidad son trascendentes y distinguen dos universos diferentes en un mismo ambiente geográfico con una estética bastante similar.

Claramente ascender cualquier montaña y más aún el Everest seguía siendo desafiante, duro físicamente y estresante, más aún cuando permanecía fresco el recuerdo de lo ocurrido en mayo de 1996, un episodio con doce muertos y mucha cobertura de medios que dio sustento a toda clase de críticas y a una opinión que provenía de los sectores más conservadores del ambiente del alpinismo, apuntando las limitaciones y peligros de las operaciones de guiado por encima de los 7000 metros. Todo indicaba que esos emprendimientos cargados de arrogancia, ambiciones y riesgos no eran más que venta de ilusiones y que muchos deberían reconsiderar su futuro laboral, pero no fue así, el espíritu del capitalismo históricamente ha combinado lo mejor de los hombres para sacar adelante diversas industrias y esta no fue la excepción. Aprendida la lección hombres de la talla de Russell Brice y otros que lo acompañaron o compitieron con él, se dedicaron sistemáticamente, aprovechando la experiencia que tenían, a perfeccionar el modelo de negocios de las guiadas a montañas de más de ochomil metros. En un mundo paralelo, en 2002 año internacional de la montañas, la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo publicó la “Declaración del Tirol” un manifiesto con los principios del alpinismo clásico y sugerencias de buenos usos para un colectivo de personas que claramente empezaba a dispersarse, a perder identidad y a mermar su peso numérico afectado por el fenómeno del turismo activo, que no supieron discriminar con precisión incorporándolo en el artículo 5 y que de a poco, con argumentos cautivantes y concordantes con el relato predominante en la época, colonizó también a los clubes con la promesa de adaptar el estilo cimarrón del montañismo a las expectativas del momento y con ello alcanzar la masividad que para muchos, por distintos motivos, resultaba muy importante, algo que a mediano plazo significaría una crisis para los clubes porque es cierto que para tomarse unas vacaciones no hace falta una federación ni un club.

Las empresas rediseñaron el producto “montañismo”, para ello trabajaron más en la profesionalización de sus operarios, adoptaron nuevas tecnologías, urbanizaron todo lo posible los destinos y en definitiva, produjeron el ensamblaje de una sofisticada e impecable arquitectura logística, con el fin de desarrollar un producto de consumo masivo. Inteligentemente, tomaron sana distancia del alpinismo de aventura que en su esencia, consiste en la toma de decisiones por cuenta propia, la coexistencia con altos niveles de incertidumbre, el aislamiento, el minimalismo impuesto por las condiciones objetivas de los escenarios elegidos o por cuestiones de principio - by fair means -, el compromiso que exige a los practicantes que condiciona en gran medida su vida familiar, social y laboral, descontando el peso de la poco atractiva historia de accidentes y tragedias. En la nota de 2012 también sostuve que la actividad se deslizaba hacia un modelo de operación similar a los raids de aventura, del cual fue pionero el Raid Gauloises y posteriormente, con una difusión a escala global, el reconocido Eco-Challenge, esos eventos que incluían ascensos a montañas, pico Argentino del Tronador por ejemplo, recurrieron a la cosmética de las actividades de montaña para dar prestigio y realzar los desafíos, pero en cada punto donde había que tomar una decisión importante porque había riesgo, es decir: un rapel, una tirolesa o esos ascensos sobre piedras o glaciares, la organización proveía un contingente de profesionales que gestionaban los procedimientos, a fin de quitar esa responsabilidad a los corredores, definitivamente es el modelo con el que se opera actualmente en la mayor parte de las montañas que atraen turismo como ocurre en el Parque Provincial Aconcagua, donde tal una carrera de aventura, se despliegan puestos de salud, con atención compulsiva y preventiva, en cada campamento.

A un poco más de dos años de vivir en modo pandemia, las actividades, en los distintos centros de montaña se están recuperando moderadamente, pero en este tiempo se materializaron cambios significativos en las practicas. El guiado no es un invento nuevo ni las empresas de turismo activo tampoco, pero evidentemente vivimos el momento de un nuevo pulso evolutivo, uno más importante que el de los años sesenta con la fundación de Mountain Travel Nepal. Pasada la primavera boreal, las novedades que llegaban del Everest confirmaban aquellas profecías, allí se batió el récord local de empleo de personal para conseguir el ascenso, una tasa de 1,66 sherpas por cliente, porque los 290 clientes que alcanzaron los 8848 m.s.n.m. necesitaron algo así como 400 empleados, además de kilómetros de cuerda fija y toneladas de tubos con oxígeno y obviamente ya no es ninguna novedad y a nadie llaman la atención las escaleras y el hecho que la cuerda fija recorra, prácticamente desde el campo base a la cumbre y sea instalada por equipos de sherpas con anticipación y dedicación, porque esta práctica ya lleva más de una década.

Otra novedad del 2022 es el brillante desempeño de Kristin Harila, una atlética noruega que se decidió por emular ni más ni menos a que Nirmal Purja, en un decidido proyecto de alcanzar la cumbre de los 14 ochomiles en un año o menos, con similar estrategia que el gurka más famoso del mundo, sin ruborizarse por el uso masivo de helicóptero, entre el 28 de abril y el 27 de mayo alcanzó la cumbre de: Annapurna, Dhaulagiri, Kangchenjunga, Everest, Lhotse y Makalu. Concluida la primavera y la temporada de ascensos en Nepal, viajó a Pakistán donde ascendió todos los ochomiles disponibles en forma sucesiva entre el 1 de julio y el 11 de agosto, del mismo modo que lo hecho en Nepal unos meses antes, alcanzó primero la cumbre del Nanga Parbat, el K2, Broad Peak, el Gasherbrum II y el Gasherbrum I. Su raid ha sido asistido por oxigeno envasado, sus dos “sherpas de confianza” y cuanta ventaja tecnológica esté a su alcance. Claramente en el post monzón, si todo sigue como hasta ahora y el gobierno de la República Popular China le otorga la visa y el permiso para ascender el Shisha Pangma completará su desafío, con esto, tanto ella como Nirmal el creador de este admirable nuevo estilo, que es la conjunción del modelo de las empresas nepalíes con las tácticas de fuerzas especiales como dice Nims en su libro: “Más allá de lo posible”, vienen a poner claridad sobre el mérito de subir solo dos o tres ochomiles al año. Este estilo de alto rendimiento que el gran público está asociando a un concepto deportivo con mayor facilidad que al alpinismo clásico, repleto de cuestiones éticas y tradiciones que requieren demasiadas explicaciones para ser comprendidas, más aún dentro de un marco cultural que evita las argumentaciones.

Un punto álgido en la evolución del turismo activo en los Himalayas es lo ocurrido en el K2, “la montaña de las montañas”, peligrosa y esquiva mole de roca y hielo que finalmente fue doblegada por el joven y vigoroso modelo de negocios de las empresas nepalíes de montañismo guiado que aprendieron de los occidentales y ya operan fuera de las fronteras de Nepal, como en este caso que debieron establecer acuerdos comerciales y tácticos con sus colegas pakistaníes para operar la montaña que ellos, varios propietarios de empresas, doblegaran en el invierno de 2021. Al comenzar la temporada llegaron hasta allí, los bien preparados, excelentemente equipados y predispuestos equipos de alpinistas sherpas que pusieron en marcha su infalible estrategia para subir montañas y sobre todo; de crear las condiciones para que otros suban montañas con seguridad y ciertas facilidades hace pocos años inimaginadas. Las agencias anunciaron que el 22 de julio a primera hora llegarían los equipos con el paquete de cuerdas fijas a la cumbre y lo cumplieron, una vez hecho esto, horas o minutos después, una avalancha ascendente de guías con sus clientes salieron tras la preciada cumbre, por primera vez se vio un atasco en el camino a la cumbre, vinculados con un “Jumar” a las cuerdas, sin escatimar oxígeno suplementario, con la asistencia personalizada de unos dos “sherpas de confianza” por cliente o más, la extensa fila de montañistas ganó altura en la que, poco tiempo antes, fuera una de las montaña más difíciles de ascender del planeta. Ese día, a través de esa cuerda llegaron un total de 145 personas a la cumbre, multiplicando por más de cuatro el máximo en un día en ese mismo lugar en toda la historia de ascensos en el K2, además de duplicar la totalidad de cumbres en una temporada completa. Durante los días posteriores continuaron los ascensos y la cifra de cumbres quedó cerca de los 200, que es más que la mitad de todos los que alcanzaron la cumbre en toda la historia de ascensos antes de este año. Las empresas nepalíes aprovechan su prestigio para expandir sus negocios a todos los rincones del mundo, Sud América y Asia son sus destinos principales, pero programas de Seven Summit las están llevando a cada continente con su estilo impecable de subir gente a las montañas.

Lo descripto, material obtenido de varias fuentes que reportan los hechos que ocurren en los Himalayas, refleja un cambio evidentemente importante, no le quito legitimidad a ninguno de sus aspectos ni protagonistas, admiro la capacidad emprendedora de las empresas, saludo el disfrute de los clientes y felicito a los nuevos alpinistas veloces y resistentes que van por los 14 en un solo año, lo cual pronto será en mucho menos tiempo, aunque me opongo frontalmente a la idea que esto sea considerado el único modo de acceder a las montañas, trabajo contra la corriente para sostener un espacio para el montañismo sin guías, para las expediciones organizadas de forma horizontal donde se asumen responsabilidades compartidas, con total seguridad esta clase de actividades, implementadas mayormente por aficionados como yo, implican muchos más riesgos que las excursiones organizadas y gestionadas por profesionales, en lo que va de este año 2022 entre los récords del Everest y el K2 solo hubo seis fallecidos, la historia del himalayismo, anterior a esta operación, indica que efectivamente antes era mucho más peligroso y allí radicaba el prestigio que se obtenía de esas empresas. Es una tarea con perspectivas poco alentadoras la que me propongo, lo sé bien, ir contra la cultura dominante siempre ha sido una tarea con muchas complicaciones, lo supieron los viejos alpinistas después de aquel accidente acaecido el 14 de julio de 1865 en el Matterhorn, momento desde el cual viene siendo cuestionado por los riesgos que implica y admirado por el prestigio que transmite a los que se atreven. Claro, como en todos los órdenes de la vida, son muchos los que desean ir al cielo pero muy pocos los que se quieren morir, por ello, son muchos los que prefieren la confusión y contribuyen a ella, distorsionando o recortando la información, usando eufemismos y apelando a la “sana modernidad” para justificar un estilo aburguesado, basado en la inmediates y la previsibilidad, apropiándose a la vez de un inmerecido prestigio, porque es obtenido sin los riesgos y esfuerzos que supone la práctica del alpinismo de aventura, minimalista, sin profesionalizarse y apegado a viejas tradiciones que lo sujetan éticamente a unos comportamientos que podemos caracterizar como piezas de museo de la conducta humana. El montañismo guiado está viviendo su momento de gloria en estos tiempos, responde a las expectativas de los hombres de hoy; inmediatez, confort y previsibilidad. Las empresas del segmento ya han establecido un modelo de negocios en el cual están atendidas todas las etapas y todos los departamentos, los reclutadores: clubes, gimnasios y grupos de entrenamiento, son los que se encargan de lo básico, convenios de provisión de equipamiento, respaldo y regulaciones favorables desde el ámbito gubernamental, pequeñas compañías de guías para dar los primeros pasos de los noveles montañistas y las conexiones para transferirlos, luego, a las grandes operadoras que explotan los destinos de mayor complejidad y prestigio, es un gran negocio que moviliza millones de dólares, que promueve las marcas de equipamiento, los trasportes, la hotelería, los alimentos y deja importantes recursos a las comunidades locales. Desde el frente, un grupo diverso de actores, lo acusa de muchas cosas, como: incrementar el riesgo, daños ambientales, irrespeto a la espiritualidad de los lugares, ofensas a las tradiciones, ir demasiado rápido y de otras, según el sesgo de cada uno, cada acusación refutada a medida que el modelo de negocios, el gerenciamiento y la operación en terreno se ha hecho más eficiente. No me encuentro dentro de esos críticos, asumo que prefiero invertir mi tiempo en desarrollar un argumento y crear una propuesta para los que queremos un alpinismo con otros valores, más arriesgado, sin muchas certezas, con menos utilería, comprometido, sin asediar las montañas como con la intensión de someterlas, claramente uno que sea para los “devotos del riesgo”, los que nos arreglamos con una buena experiencia y sobrevivir, sin ninguna intención de hacerlo masivo, porque el alpinismo de aventura es solo para los que acudimos voluntaria y responsablemente a sabiendas que arriesgamos mucho. Las grandes desilusiones y desencuentros y desencantos, ocurren cuando las personas fijan su mirada en la cosmética y se equivocan pensando que todo es más o menos lo mismo, por no informarse a fondo. Nada como la verdad desde el primer momento, el alpinismo de aventura es una actividad que implica alto riesgo de resultar muerto o gravemente herido, mucho más que en un paseo por el parque o frente a la Play Station.

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