En la noche de ayer, viernes 6 de marzo, nos reunimos en nuestra
sede para compartir la presentación de la decimo segunda edición del Curso
Integral de Expedición, una propuesta atrevida y un poco contracultural, que
expresa abiertamente los valores, condiciones e intereses del alpinismo clásico,
aun cuando contrastan con los objetivos aparentes de estos días; enfocados en
la seguridad, la estabilidad y la previsibilidad. Consientes que las aventuras
en el siglo XXI son una elección y que su práctica es esporádica, en un
contexto donde predomina el control y la higiene social, indica que correr
riesgos es casi una patología.
Es muy estimulante encontrarse frente a un auditorio colmado, con
miradas encendidas y manos que se alzan, de momentos como estos se nutre nuestro
optimismo, en tiempos en que ya están cavadas las tumbas del espíritu exploratorio
y expedicionario, estos sucesos confirman que deberán esperar un tiempo para hacer
el funeral.
Un alpinista es alguien que entrega su tiempo y su energía a la
conquista de un absurdo, es alguien que encuentra un sentido único en el esfuerzo
sin competir con nadie, en el contacto frontal con la adversidad y superarla,
en la formación de equipos bajo las más apremiantes condiciones, alguien que se
siente cómodo colgando de cuerdas finitas y pone la confianza en manos un camarada
sin dudar un instante, seres extraños en medio de la inmensidad disfrutando el
aislamiento y las privaciones. Por todo esto: fuimos, somos y seremos pocos,
porque en este mundo no hay lugar para muchos, estamos solo los que tenemos la
montaña en nuestro corazón y no esperamos de ella ningún producto material sino
la satisfacción de la entrega, el abrazo universal de ser partes de un grupo
distinguido de valientes y por sobre todo la conquista de nosotros mismos al
tiempo que ascendemos sobre la rugosa orografía de las grandes formaciones montañosas.
Muchas gracias. Nos vemos el martes.
Atte Toni Rodriguez
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