martes, 4 de febrero de 2020

Zanahoria, Plata y Aconcagua ...



En el invierno de 2018, a la sombra de la Cordillera Real de Bolivia, hablando con Laura, empezó a crearse la idea de un nuevo programa de entrenamiento para los montañistas de Agreste Sur, debía ser innovador y un instrumento de motivación para comprometerse a entrenar a mediano plazo, bajo la nieve, con Christian y Nati conversamos este tema mientras ascendíamos algunas montañas.

Al llegar a Neuquén presentamos la idea, se trataba de un programa que comenzaría con un test de Course Navette para tener el punto de partida de un plan personalizado, sistemático y medido para el incremento de la resistencia y varios test especiales que se llevarían a cabo en montañas de la zona. El entrenamiento se pleneó para ser implementado individualmente y los test especiales se realizarían en pequeños grupos, la idea de los ascensos fue tratar de encontrar alguna relación entre el test de potencia aeróbica máxima funcional y la tasa de ascenso en montañas de baja dificultad técnica.

En diciembre de 2018 celebramos los resultados del programa, que aun sin un objetivo demasiado llamativo, concentró un grupo de medio centenar de personas que completaron los entrenamiento y los test especiales; ascensos en grupos autónomos y completamente independientes, al Tromen, Lanin y Palao en modo exprés, sin campamentos intermedios, tratando de alcanzar una tasa de ascenso por encima de los 300 metros/ hora.

En 2019 lanzamos el programa OPERATIVO ZANAHORIA II, otra vez con la asistencia del profesor Leandro Sánchez se convocó al programa a montañistas formados y algunos invitados, lo cual fue un error mío, un pecado de optimismo que afortunadamente no tuvo otras consecuencias que un poco de enojo. Esta vez el programa tenía en la perspectiva dos grandes ascensos, además de los test en las mismas tres montañas locales, el ascenso al Cerro El Plata y al Aconcagua en la provincia de Mendoza. El test inicial, lo realizamos en abril y desde ese momento pasamos cada mes cumpliendo planes, a veces extenuantes, con trepadas, pasadas o interminables fondos combinados con bici y trote.

El 8 de noviembre convocamos a una reunión para ajustar detalles de la expedición a Mendoza, como todas las reuniones y eventos de nuestra Asociación hicimos publica la convocatoria y nos sorprendió un numeroso grupo de interesados, pasamos un momento muy agradable hablando del programa y de la proyección de estas actividades, los de la expe, con gusto, debimos planear otra reunión.

El 27 de diciembre salimos diecinueve personas, conformábamos siete equipos, de los cuales dos eran unipersonales. Cada equipo tenía autonomía absoluta, con el único compromiso que cuando coincidiésemos en un ascenso o porteo, mantendríamos comunicaciones radiales para tener una idea de la progresión y condiciones de cada equipo y si ocurría un accidente, enfermedad o cualquier contingencia “grave”, operar para ayudar y evacuar a los afectados. Claro, estaríamos dentro de los mismos días pero sin ningún compromiso de horarios, equipamiento, comidas, campamentos ni estilo.

En la ciudad de Mendoza tramitamos los permisos para Aconcagua, los servicios: mulas y domo de campo base. Despues almorzamos con un viejo amigo, Charly Arlandis, y salimos para El Plata, uno de los equipos, al cual bauticé “Patas largas”, se adelantaron y se encargaron de reservar lugar para los otros dieciséis, en el centro de ski de Vallecitos. Nos encontramos de noche debido a una interrupción del transito bastante prolongada en la ruta 7 debido a un incendio. En el refugio planeamos como seguiría el ascenso, al cual le sumariamos un par de mulas para trasladar equipamiento al campamento El Salto que está a 4200 m.s.n.m.

Yo formé equipo con dos chicos muy jóvenes, Juliana Martínez de 18 años y Emir Maidub de 23, a los dos los conocí hace un par de años y en 2019 compartimos un par de ascensos y escaladas, claramente armonizamos, son dedicados, valientes y fuertes, condiciones suficientes para conformar un equipo con posibilidades. Planeamos nuestras acciones basados en mi experiencia, y nos movimos de la forma más independiente posible, creo que esto estaba en la mente de cada grupo, por lo tanto en el Plata no coincidimos tanto en la aclimatación porque Juli y Yo tuvimos unas 48 horas de aclimatación muy duras en el Salto, lo cual nos atrasó con respecto a los demás equipos, aunque al fin los pudimos alcanzar en La Hollada y compartir, al menos con algunos, la cumbre, a otros, los más rápidos y madrugadores, solo los pudimos saludar mientras descendían hacia el campamento. Los diecinueve dormimos en la Hollada a 4700, nosotros en team "ROpEx" comimos lo ultimo porque no llevamos comida extra y al otro día, el 4 de enero, bajamos a Uspallata, donde dormimos para descansar una noche con más comodidad antes de trasladarnos para Aconcagua, solo los tres del team Pata Larga se fueron de inmediato a Penitentes porque su agenda estaba muy comprometida.

El seis ingresamos al Parque Aconcagua y comenzamos la caminata hasta Confluencia, y desde allí a Plaza de Mulas, llagamos con mal tiempo y nos ubicamos en un domo que habíamos alquilado y que los tres del team más fuerte de la expe, ya habían ocupado un par de días antes, ellos no estaban cuando llegamos, pero supimos que habían ido a subir el Bonete, una montaña de los alrededores. La tormenta tronaba y la estática nos hacia parar los pelos en el campamento. De pronto, entre las nubes aparecieron Leandro, Esteban y Federico, venían casi corriendo y nos contaron sus eléctricas peripecias en la cumbre de 5200 m.s.n.m. con rayos y todo, compartimos unos mates y nos anunciaron que al otro día volverían, su tiempo había llegado al límite, una pena porque estaban muy bien preparados pero el trabajo impone condiciones a veces inapelables y es entendible, eso caracteriza a los aficionados, dependemos de otras actividades para poder hacer estas cosas. Bajo una nevada que se extinguía, en los alrederes del domo, cavamos y movimos piedras para hacer plataformas para nuestras carpas porque no había disponibles. Así comenzó nuestro ascenso, el 9 fuimos desde Plaza de Mulas hasta Nido de Cóndores, dejamos algunas cosas como comida, crampones y piquetas, y bajamos temprano. Mientras bajábamos me acordé que veinte años atrás, justo un 10 de enero ocurrió el accidente en el que perdieron la vida cuatro de nuestros amigos en la ruta directa del glaciar de los Polacos, pasó tanto tiempo y otra vez me encuentro aquí, aquellos hechos aun tienen sus ecos en estos días, no los olvidamos, como hacerlo?, eran nuestros mejores amigos. Aquel dia, del primer mes de este milenio, nos despedimos a las 4 de la mañana, en la oscuridad nos dijimos: cuídense y métanle caña, las últimas palabras de aquel lunes en que esperábamos volver a vernos a la noche. Nunca más nos vimos, cerca de las 16 horas, mientras me encontraba accediendo a la cumbre por la Canaleta con otros amigos ocurrió la caída, nadie la vio, nadie sobrevivió para contarlo. Después, imaginación y oscuras intensiones mediante, se desencadenaron algunos comentarios, buscando como es habitual un poco de fama, poner distancia del origen del accidente, acusando de negligentes a los afectados, creando explicaciones y haciendo recomendaciones, tratando de confirmar “a nosotros no nos pasaría” y sentirse lo más lejos posible de los resultados de aquel luctuoso hecho de cuatro personas muertas sobre el hielo reseco de un glaciar y todo el dolor que eso significa, otros, comentaron con buenos argumentos y grandeza y un segmento numeroso y distinguido, que tal vez pudieron ponerse en nuestro lugar, entre ellos: los Guarda Parques de Aconcagua, guías, montañeros, familiares y amigos que viajaron a encontrarnos y las autoridades, de ese momento, de la Universidad Nacional del Comahue; tuvieron un gesto amable, un abrazo a la distancia o personalmente, que al día de hoy agradecemos y atesoramos. Lo demás, lo que eventualmente llega hasta hoy, sigue presentándose en estas dos versiones, son los buenos recuerdos, las anécdotas y un poco de impotencia por la perdida, esto coexiste con los comentarios insidiosos de algunos que creen echar agua a su molino abriendo la boca sin medir consecuencias, fabulando historias sin información, recomentando chismes, sin ningún respeto por los muertos ni por los vivos a los que afectan con sus difamaciones. La vida es así, “ha de haber gente p’todo”. El 10, día de descanso en Plaza de Mulas silenciosamente, me tomé una cerveza y brindé por los buenos momentos que compartimos, por todo lo que no pudimos hacer y lo que he seguido haciendo honrando nuestros compromisos montañeros.

Cuando se terminó el descanso, emprendimos el ascenso con la carpa y la cocina hacia Nido de Cóndores, allí pasamos una noche y como nos sentíamos todos bien, quedamos que el lunes 13 haríamos “el pegue”. Raquel salió a las 4 de la mañana, nadie la siguió en esa madrugada, unos cuantos salimos entre las 5:15 y las 5:45 y Flor y Tomy salieron después de las 6:15 horas. El ascenso por los refugios de Berlín nos llevó hasta las Piedras Blancas donde hicimos el primer alto, tomamos un café tibio y dulce que debido al frio reinante nos pareció un manjar, Juli y Emir estaban mejor que yo que venía con un poco de bronquitis, pero a pesar de algunas dudas, me empeñé en concluir con la expedición cuanto antes, es decir ir a la cumbre, para volver a casa. Los demás, otros tres equipos que se reunieron con nosotros en esas piedras, el de Néstor Mondaca, Mery y Marcela González, Juan Marani y Gaby Demaría, Claudio García el otro equipo unipersonal y el de Joaquin Montaldo, Damián Santibáñez, Maxi Hofmann y Sebastián Rinaldi, estaban envidiablemente fuertes. Tomaron la delantera esos grupos y nos quedamos últimos en esa fila que siguió los senderos hasta alcanzar los restos del refugio Independencia, donde nos detuvimos y observamos que aun no habíamos alcanzado a Raquel. Allí escuché que Tomy y Florencia habían desistido del ascenso. No perdimos mucho tiempo, no quedaba nada tibio para beber así que seguimos proponiéndonos no detenernos más y así lo hicimos, pasamos a muchos grupos, había mucha gente y casi todos se detuvieron en un lugar conocido como La Cueva, pasamos por allí y seguimos, pensando en la cumbre solamente. Llegamos pasado el medio día y de a poco se fue poblando más y más, esperamos hasta que estuvimos todos menos Raquel a quien habíamos alcanzado en La Cueva, estuvimos casi dos horas e iniciamos el descenso, a pocos metros de bajar, tal vez unos cien metros de desnivel cruzamos a Raquel, nos aseguró que estaba cansada pero bien y que su radio funcionaba bien.

Bajamos lo más rápido que pudimos, varios se adelantaron, claramente los más fuertes volaron en la bajada, cinco nos quedamos atrás y fuimos a un ritmo bastante cómodo, teníamos tiempo suficiente. Al llegar a Nido de Cóndores encontramos a Tomy y Flor, ellos habían juntado agua para todos, lo que nos proporcionó descanso más rápido, nos contaron sus inconvenientes y después nos metimos en las carpas para hidratarnos, comer algo y esperar a Raquel con la radio encendida. Muy tarde, pasadas las 22:30 una luz y un saludo confirmaron la llegada de Raquel, se atrasó en el descenso pero llegó bien, estaba muy conforme con su plan y como había resultado, la saludamos y todos nos dormimos hasta el otro día.  

Bajamos después del medio día a Plaza de Mulas, allí celebramos y nos preparamos para la bajada, la extensa caminata por Playa Ancha hasta Horcones. 


Pasamos la noche en el domo para no armar carpa, conversamos mucho, yo estaba muy contento con lo ocurrido, fue mi vigesimoquinta vez en la cumbre del Aconcagua, no lo considero un merito muy grande, aunque parte de mi vida está matizada con recuerdos de ese lugar. Si pongo en perspectiva mi vida, veo cada paso, como llegué al montañismo hace varias décadas y luego cuando fue mi puente a la vida, me transformó haciéndome volver a algo parecido a mis orígenes, saboreaba el momento rodeado de esas chicas y muchachos fuertes, decididos y valientes, de montañeros de buena madera que también son generosos conmigo, somos una construcción permanente, compartida con unos cuantos más que escalan, ascienden, entrenan y/o vuelan. Coincidimos en el aprecio por la libertad, el compromiso con la autonomía y el respeto por la iniciativa de otros, sino no estaríamos juntos, somos un grupo de personas que tranquilamente podemos operar en soledad y nos cuidamos unos a otros horizontalmente. Un trago de wisky, otro, gracias Pablo, hasta otra montaña, por los camaradas !! .... y nos dormimos. 

El 15, bien y temprano, empezamos los movimientos para la evacuación del campamento, un lugar muy particular, tal vez, el emblema del turismo activo de montaña de la Argentina está allí, un equipo de Guarda parques controlando el respeto del medio ambiente, por otro lado cientos de personas trabajando para dar servicios a los equipos de guías, asistentes, tour liders, climbing partners, sherpas, porters locales y a sus clientes, casi en relación uno a uno, con bar, dormis, comedores calefaccionados y cenas gourmet. Esa mini ciudad también tiene orejones como cualquier lata; un puñado de montañeros como nosotros y unos pocos más, muy pocos, porque hasta los clubes organizan expediciones guiadas en esa montaña. Salimos bastante juntos sabiendo que cada uno iría a su ritmo o en pequeños grupitos, así fue, un rato atrás, después en medio del pelotón, mayormente solo, porque es lindo recorrer esas quebradas en silencio, ayuda a mantener una buena charla con uno mismo, también es lindo hacerlo al propio ritmo, no seguir a nadie ni estar esperando, en un tramo entre Confluencia y Horcones quería pasar por un piedra que tiene gran significado para mí, me une a recuerdos muy vividos de mi madre y lo hice, la encontré y allí medite unos segundos, recordando y agradeciendo. Nos juntamos unos pocos en Confluencia, por donde habían pasado los más veloces una hora antes. Los últimos llegamos a Horcones como a las 16 horas, nos fueron a buscar y eso concluyó con un asado en Penitentes, eso, porque quedan muchas cosas por hacer. 

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