En el invierno de 2018, a la sombra de la Cordillera Real de Bolivia, hablando con Laura, empezó a crearse la idea de un nuevo programa de entrenamiento para los montañistas de Agreste Sur, debía ser innovador y un instrumento de motivación para comprometerse a entrenar a mediano plazo, bajo la nieve, con Christian y Nati conversamos este tema mientras ascendíamos algunas montañas.
Al llegar a Neuquén presentamos la idea, se trataba de un programa
que comenzaría con un test de Course Navette para tener el punto de partida de
un plan personalizado, sistemático y medido para el incremento de la
resistencia y varios test especiales que se llevarían a cabo en montañas de la zona. El entrenamiento se pleneó para ser implementado individualmente y los test especiales se realizarían en
pequeños grupos, la idea de los ascensos fue tratar de encontrar alguna
relación entre el test de potencia aeróbica máxima funcional y la tasa de
ascenso en montañas de baja dificultad técnica.
En diciembre de 2018 celebramos los resultados del programa, que aun
sin un objetivo demasiado llamativo, concentró un grupo de medio centenar de
personas que completaron los entrenamiento y los test especiales; ascensos en grupos
autónomos y completamente independientes, al Tromen, Lanin y Palao en modo
exprés, sin campamentos intermedios, tratando de alcanzar una tasa de ascenso
por encima de los 300 metros/ hora.
En 2019 lanzamos el programa OPERATIVO ZANAHORIA II, otra vez con la
asistencia del profesor Leandro Sánchez se convocó al programa a montañistas
formados y algunos invitados, lo cual fue un error mío, un pecado de optimismo
que afortunadamente no tuvo otras consecuencias que un poco de enojo. Esta vez
el programa tenía en la perspectiva dos grandes ascensos, además de los test en
las mismas tres montañas locales, el ascenso al Cerro El Plata y al Aconcagua
en la provincia de Mendoza. El test inicial, lo realizamos en abril y desde ese momento pasamos cada mes
cumpliendo planes, a veces extenuantes, con trepadas, pasadas o interminables
fondos combinados con bici y trote.
El 8 de noviembre convocamos a una reunión para ajustar detalles de la expedición a Mendoza, como todas las reuniones y eventos de nuestra Asociación
hicimos publica la convocatoria y nos sorprendió un numeroso grupo de
interesados, pasamos un momento muy agradable hablando del programa y de la
proyección de estas actividades, los de la expe, con gusto, debimos planear otra reunión.
El 27 de diciembre salimos diecinueve personas, conformábamos siete
equipos, de los cuales dos eran unipersonales. Cada equipo tenía autonomía
absoluta, con el único compromiso que cuando coincidiésemos en un ascenso o
porteo, mantendríamos comunicaciones radiales para tener una idea de la
progresión y condiciones de cada equipo y si ocurría un accidente, enfermedad o
cualquier contingencia “grave”, operar para ayudar y evacuar a los afectados.
Claro, estaríamos dentro de los mismos días pero sin ningún compromiso de
horarios, equipamiento, comidas, campamentos ni estilo.
En
la ciudad de Mendoza tramitamos los permisos para Aconcagua, los servicios: mulas y domo de campo base. Despues almorzamos con un viejo amigo, Charly Arlandis, y salimos para El Plata, uno
de los equipos, al cual bauticé “Patas largas”, se
adelantaron y se encargaron de reservar lugar para los otros
dieciséis, en el centro de ski de Vallecitos. Nos encontramos de noche debido a una interrupción del transito bastante prolongada en la ruta 7 debido a un incendio. En el refugio planeamos como seguiría el ascenso, al cual le sumariamos un par de
mulas para trasladar equipamiento al campamento El Salto que está a 4200
m.s.n.m.
Yo
formé equipo con dos chicos muy jóvenes, Juliana Martínez de 18 años y Emir
Maidub de 23, a los dos los conocí hace un par de años y en 2019 compartimos
un par de ascensos y escaladas, claramente armonizamos, son dedicados,
valientes y fuertes, condiciones suficientes para conformar un equipo con
posibilidades. Planeamos nuestras acciones basados en mi experiencia, y nos
movimos de la forma más independiente posible, creo que esto estaba en la mente
de cada grupo, por lo tanto en el Plata no coincidimos tanto en la aclimatación
porque Juli y Yo tuvimos unas 48 horas de aclimatación muy duras en el Salto,
lo cual nos atrasó con respecto a los demás equipos, aunque al fin los pudimos
alcanzar en La Hollada y compartir, al menos con algunos, la cumbre, a otros, los más rápidos
y madrugadores, solo los pudimos saludar mientras descendían hacia el
campamento. Los diecinueve dormimos en la Hollada a 4700, nosotros en team "ROpEx" comimos lo ultimo porque no llevamos comida extra y al otro día, el 4 de enero,
bajamos a Uspallata, donde dormimos para descansar una noche con más comodidad
antes de trasladarnos para Aconcagua, solo los tres del team Pata Larga se
fueron de inmediato a Penitentes porque su agenda estaba muy comprometida.
El
seis ingresamos al Parque Aconcagua y comenzamos la caminata hasta Confluencia,
y desde allí a Plaza de Mulas, llagamos con mal tiempo y nos ubicamos en un
domo que habíamos alquilado y que los tres del team más fuerte de la expe, ya
habían ocupado un par de días antes, ellos no estaban cuando llegamos, pero
supimos que habían ido a subir el Bonete, una montaña de los alrededores. La
tormenta tronaba y la estática nos hacia parar los pelos en el campamento. De pronto, entre las nubes aparecieron Leandro, Esteban y Federico, venían casi corriendo y nos
contaron sus eléctricas peripecias en la cumbre de 5200 m.s.n.m. con rayos y
todo, compartimos unos mates y nos anunciaron que al otro día volverían, su
tiempo había llegado al límite, una pena porque estaban muy bien preparados
pero el trabajo impone condiciones a veces inapelables y es entendible, eso
caracteriza a los aficionados, dependemos de otras actividades para poder hacer
estas cosas. Bajo una nevada que se extinguía, en los alrederes del domo, cavamos y movimos piedras para
hacer plataformas para nuestras carpas porque no había disponibles. Así comenzó
nuestro ascenso, el 9 fuimos desde Plaza de Mulas hasta Nido de Cóndores,
dejamos algunas cosas como comida, crampones y piquetas, y bajamos temprano.
Mientras bajábamos me acordé que veinte años atrás, justo un 10 de enero
ocurrió el accidente en el que perdieron la vida cuatro de nuestros amigos en
la ruta directa del glaciar de los Polacos, pasó tanto tiempo y otra vez me
encuentro aquí, aquellos hechos aun tienen sus ecos en estos días, no los
olvidamos, como hacerlo?, eran nuestros mejores amigos. Aquel dia, del primer mes de este milenio, nos despedimos a las 4 de
la mañana, en la oscuridad nos dijimos: cuídense y métanle caña, las últimas palabras de
aquel lunes en que esperábamos volver a vernos a la noche. Nunca más nos vimos,
cerca de las 16 horas, mientras me encontraba accediendo a la cumbre por la
Canaleta con otros amigos ocurrió la caída, nadie la vio, nadie sobrevivió para
contarlo. Después, imaginación y oscuras intensiones mediante, se desencadenaron
algunos comentarios, buscando como es habitual un poco de fama, poner distancia del origen del accidente,
acusando de negligentes a los afectados, creando explicaciones y haciendo
recomendaciones, tratando de confirmar “a nosotros no nos pasaría” y sentirse
lo más lejos posible de los resultados de aquel luctuoso hecho de cuatro personas
muertas sobre el hielo reseco de un glaciar y todo el dolor que eso significa,
otros, comentaron con buenos argumentos y grandeza y un segmento numeroso y distinguido, que tal vez
pudieron ponerse en nuestro lugar, entre ellos: los Guarda Parques de
Aconcagua, guías, montañeros, familiares y amigos que viajaron a encontrarnos y las autoridades, de ese momento, de la Universidad Nacional del Comahue; tuvieron un gesto amable, un abrazo a
la distancia o personalmente, que al día de hoy agradecemos y atesoramos. Lo demás, lo que eventualmente llega hasta hoy,
sigue presentándose en estas dos versiones, son los buenos recuerdos, las
anécdotas y un poco de impotencia por la perdida, esto coexiste con los
comentarios insidiosos de algunos que creen echar agua a su molino abriendo la
boca sin medir consecuencias, fabulando historias sin información, recomentando
chismes, sin ningún respeto por los muertos ni por los vivos a los que afectan
con sus difamaciones. La vida es así, “ha de haber gente p’todo”. El 10, día de descanso en Plaza de Mulas
silenciosamente, me tomé una cerveza y brindé por los buenos momentos que
compartimos, por todo lo que no pudimos hacer y lo que he seguido haciendo
honrando nuestros compromisos montañeros.
Cuando
se terminó el descanso, emprendimos el ascenso con la carpa y la cocina hacia
Nido de Cóndores, allí pasamos una noche y como nos sentíamos todos bien,
quedamos que el lunes 13 haríamos “el pegue”. Raquel salió a las 4 de la
mañana, nadie la siguió en esa madrugada, unos cuantos salimos entre las 5:15 y
las 5:45 y Flor y Tomy salieron después de las 6:15 horas. El ascenso por los
refugios de Berlín nos llevó hasta las Piedras Blancas donde hicimos el primer
alto, tomamos un café tibio y dulce que debido al frio reinante nos pareció un
manjar, Juli y Emir estaban mejor que yo que venía con un poco de bronquitis,
pero a pesar de algunas dudas, me empeñé en concluir con la expedición cuanto
antes, es decir ir a la cumbre, para volver a casa. Los demás, otros tres equipos que se reunieron con
nosotros en esas piedras, el de Néstor Mondaca, Mery y Marcela González, Juan
Marani y Gaby Demaría, Claudio García el otro equipo unipersonal y el de
Joaquin Montaldo, Damián Santibáñez, Maxi Hofmann y Sebastián Rinaldi, estaban
envidiablemente fuertes. Tomaron la delantera esos grupos y nos quedamos
últimos en esa fila que siguió los senderos hasta alcanzar los restos del
refugio Independencia, donde nos detuvimos y observamos que aun no habíamos alcanzado
a Raquel. Allí escuché que Tomy y Florencia habían desistido del ascenso. No
perdimos mucho tiempo, no quedaba nada tibio para beber así que seguimos
proponiéndonos no detenernos más y así lo hicimos, pasamos a muchos grupos,
había mucha gente y casi todos se detuvieron en un lugar conocido como La
Cueva, pasamos por allí y seguimos, pensando en la cumbre solamente. Llegamos
pasado el medio día y de a poco se fue poblando más y más, esperamos hasta que
estuvimos todos menos Raquel a quien habíamos alcanzado en La Cueva, estuvimos
casi dos horas e iniciamos el descenso, a pocos metros de bajar, tal vez unos
cien metros de desnivel cruzamos a Raquel, nos aseguró que estaba cansada pero
bien y que su radio funcionaba bien.
Bajamos
lo más rápido que pudimos, varios se adelantaron, claramente los más fuertes
volaron en la bajada, cinco nos quedamos atrás y fuimos a un ritmo bastante cómodo,
teníamos tiempo suficiente. Al llegar a Nido de Cóndores encontramos a Tomy y
Flor, ellos habían juntado agua para todos, lo que nos proporcionó descanso más
rápido, nos contaron sus inconvenientes y después nos metimos en las carpas
para hidratarnos, comer algo y esperar a Raquel con la radio encendida. Muy
tarde, pasadas las 22:30 una luz y un saludo confirmaron la llegada de Raquel,
se atrasó en el descenso pero llegó bien, estaba muy conforme con su plan y
como había resultado, la saludamos y todos nos dormimos hasta el otro día.
Bajamos
después del medio día a Plaza de Mulas, allí celebramos y nos preparamos para la
bajada, la extensa caminata por Playa Ancha hasta Horcones.
Pasamos
la noche en el domo para no armar carpa, conversamos mucho, yo estaba muy
contento con lo ocurrido, fue mi vigesimoquinta vez en la cumbre del Aconcagua,
no lo considero un merito muy grande, aunque parte de mi vida está matizada con
recuerdos de ese lugar. Si pongo en perspectiva mi vida, veo cada paso, como
llegué al montañismo hace varias décadas y luego cuando fue mi puente a la
vida, me transformó haciéndome volver a algo parecido a mis orígenes, saboreaba
el momento rodeado de esas chicas y muchachos fuertes, decididos y valientes,
de montañeros de buena madera que también son generosos conmigo, somos una construcción
permanente, compartida con unos cuantos más que escalan, ascienden, entrenan y/o
vuelan. Coincidimos en el aprecio por la libertad, el compromiso con la autonomía
y el respeto por la iniciativa de otros, sino no estaríamos juntos, somos un grupo de personas que tranquilamente podemos operar en soledad y nos cuidamos unos a otros horizontalmente. Un trago de
wisky, otro, gracias Pablo, hasta otra montaña, por los camaradas !! .... y nos dormimos.
El 15, bien y temprano, empezamos los movimientos
para la evacuación del campamento, un lugar muy particular, tal vez, el emblema
del turismo activo de montaña de la Argentina está allí, un equipo de Guarda parques
controlando el respeto del medio ambiente, por otro lado cientos de personas
trabajando para dar servicios a los equipos de guías, asistentes, tour liders,
climbing partners, sherpas, porters locales y a sus clientes, casi en relación
uno a uno, con bar, dormis, comedores calefaccionados y cenas gourmet. Esa mini
ciudad también tiene orejones como cualquier lata; un puñado de montañeros como
nosotros y unos pocos más, muy pocos, porque hasta los clubes organizan
expediciones guiadas en esa montaña. Salimos bastante juntos sabiendo que cada
uno iría a su ritmo o en pequeños grupitos, así fue, un rato atrás, después en
medio del pelotón, mayormente solo, porque es lindo recorrer esas quebradas en silencio,
ayuda a mantener una buena charla con uno mismo, también es lindo hacerlo al
propio ritmo, no seguir a nadie ni estar esperando, en un tramo entre
Confluencia y Horcones quería pasar por un piedra que tiene gran significado
para mí, me une a recuerdos muy vividos de mi madre y lo hice, la encontré y
allí medite unos segundos, recordando y agradeciendo. Nos juntamos unos pocos
en Confluencia, por donde habían pasado los más veloces una hora antes. Los últimos
llegamos a Horcones como a las 16 horas, nos fueron a buscar y eso concluyó con
un asado en Penitentes, eso, porque quedan muchas cosas por hacer.
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